En un par de meses, hace 7 años que empecé a trabajar todo el día como educador canino. Pasé de la oficina a pasarme el día rodeado de animales. En un inicio, lo hice de forma parcial (media jornada) y, luego, en (lo que fue) este proyecto que unía bienestar animal y educación canina, integral. Más tarde, dediqué muchas, muchas horas de mi semana.
Para no alargarme aquí: si quieres leer más sobre mi trayectoria, formación y filosofía de vida, puedes echarle un ojo al Sobre mí, que todavía resiste, aunque le pegaremos dos vueltas de tuerca. (¿Cuándo? Cuando empiece a participar más gente en el proyecto: no, no se cierra).
Yo soy yo, y mis circunstancias
¿Y qué pasa? ¿Ya no trabajo como educador canino? Pues no. Te lo expliqué aquí, pero voy a intentar sintetizarlo en un par de párrafos.
No (me) compensa. Puedo seguir encontrando el modo (lo tenía), pero facturar un sueldo medio (para vivir, dignamente digo: 1.800-2.000 euros) (me) supone demasiado tiempo y esfuerzo en este sector. Estoy seguro de que se trata de un fallo mío, no general, aunque el contexto a mi alrededor me diga lo contrario.
En España, una facturación así requiere, de media, de 4.000 euros de facturación al mes (lo cual, es peliagudo: IVA, IRPF, cuota de autónomos, desplazamientos, material) y trabajar unas 60 sesiones/mes, o subir precios (de nuevo). En mi caso, me dicen que ya soy era de los caros, por lo que (eso) parece poco plausible. Las alternativas son agregar servicios complementarios (residencias, guardería, cursos…) o buscar un empleo secundario.
De igual modo, vale la pena tener presente que un trabajo debería poder hacerse o cambiar a lo largo de tu vida: los 20, los 30, los 40, 50…
Nada de eso me convence. En mi caso, tengo un perfil dual y, este 2024, primero, complementé con otra actividad y, segundo, encontré otro trabajo (en remoto) relativamente rápido, y he ido reduciendo la carga laboral como educador con la idea de un cambio a futuro (que todavía no quiero desvelar, porque sigue siendo proyecto).
Pero ¿no eramos felices?
Ha sido difícil, porque trabajar como educador canino me hace inmensamente feliz. Me encanta ayudar a otros perros, familias y centros, pero España tiene todavía un largo camino por delante. Hay profesiones, como esta, que siguen sin reglamentarse (bien). Esto implica competencia desleal (gente trabajando en negro, sin seguro de RC, tirando los precios), falta de recursos, familias (y «profesionales») utilizando herramientas ilegales, y un largo etcétera.
Además, estos dos años me he llevado alguna que otra decepción importante en el trabajo, y he comprobado que, a medida que exiges más a las familias, resulta complejo mantener un porcentaje elevado de tutores implicados. ¿Por qué? A veces, por precio; otras, por dedicación en tiempo, o expectativas, e incluso tradición.
Se me ocurren 100 formas de hacérmelo fácil (como digitalizar servicios a punta pala), pero no es la forma en la cual yo quiero trabajar. El otro día, veía el último informativo de Ángel Martín, que lo deja. Hablaba sobre los cambios en el medio digital y el peso del algoritmo; y me sentía muy identificado; tanto en el trabajo como educador, como en la búsqueda y competencia por la atención. Mal asunto este.
Dejar el trabajo como educador canino: mi porqué
En mi caso, he intentado ser fiel a mi mismo: construir una marca centrada en lo que yo quería hacer (modificaciones de conducta; pautas educativas) y crecer, a partir de ahí, con una metodología propia como educador canino. Sin embargo, me he visto envuelto en una dinámica común: la necesidad de tener un perfil digital (Instagram, YouTube, etc.) y un perfil profesional. Algo que tiene que hacer todo quisqui. En serio. Cualquier educador canino, con centro o sin centro.
¿Y sabes lo bueno? Que me encanta grabar vídeos, y crear y compartir contenido. Pero no puedo hacerlo todo. Literalmente, no se puede. Y cada vez tiene menos sentido.
También he comprobado que resulta complejísimo (incluso cuando las cosas te van bien) llegar a unos mínimos de bienestar económico en el sector. Considero inviable (para una persona) ir más allá de las 15 sesiones/semana (yo no he podido, con contadas excepciones, por lo menos), y todavía te quedará un buen trecho, preparando contenido, gestionando fiscalidad y facturación, haciendo seguimiento de los casos, respondiendo llamadas y mensajes y, en la mayoría de los casos (por necesidad), creando actividades complementarias.
Dicho de otro modo, es un sector que te pide escalar, y te impide escalar negocio (sin darle la vuelta, en un entorno cambiante y sin regulación clara).
Cágate, lorito.
Yo vengo del mundo del marketing y la empresa, y creo que un servicio o un producto debe ser rentable en sí mismo. Si eres Apple, o Amazon, o Tesla, puedes jugar a aquello de «esto compensa lo otro»; si eres un mindundi (y la mayoría lo somos), tienes que poder vivir de uno, dos o tres servicios o productos. Por eso, la gente suele optar por montar una residencia, un club o un centro canino y, como complemento, da pautas o hace modificaciones.
Yo no quiero eso, y tampoco crecer (y limitarme) en digital y dejar de lado a las familias y los perros en formato presencial (porque, ¡bueno!, un educador tiene que tocar pelo, según aprendí, y creo firmemente), así que fuera.
Se cierra.
Kaput.
Ahora mismo, trabajo para varias marcas a través de mi otro perfil, y estoy liado reorganizando Dog Ventura.
Este es el resumen. Poco resumido quizá (porque hay muchas lecciones, condensaditas).
Hasta aquí lo que quería explicarte (debajo tienes un par de aclaraciones extra).
J.
Adiós, Dog Ventura (¡y también hola!)
Como explicaba en otra entrada, hace unos días (te copio cuatro frases, por si no quieres leértela también):
Voy a replantear este proyecto, no a cerrarlo. Voy a convertirlo en un espacio de noticias, y actualidad, y contenidos sobre educación canina y bienestar animal. Un poco lo que era, pero abierto a terceros, y con visos a tener más tiempo para generar contenido en YouTube y en redes (sobre todo, Instagram). El trabajo on-line y, sobre todo, presencial (porque, lo siento, pero hay un buen porcentaje de los trabajos no pueden hacerse on-line: como he dicho siempre) supone un tiempo enorme de dedicación, y ahora puedo centrarme en dedicar una mínima parte de ese tiempo, y traer muchísimo más contenido. No hay mal que por bien no venga.
Todo ello me lo va a permitir el otro empleo, y así, como suele ocurrir, quizá este encuentra una nueva vida también.
Si quieres participar, si quieres crear contenido, o apoyarme, o ser parte del proyecto está más abierto que nunca. No hay pasta que rascar, pero confío en que la haya (porque he hecho cosas similares, y les he sacado buena rentabilidad).
Y voy a ser muy sincero: no me lo planteo como un proyecto vital ya, pero ¿quién sabe? Yo trabajaba corrigiendo tesis, creando contenido y estrategias de marketing hace 10 y 15 años, y acabé modificando conductas de perros. Todo es posible.
Secciones de la web que desaparecerán
- Para esta nueva etapa, el blog de noticias y contenidos será la cara visible del proyecto.
- Se complementará con cambios en redes sociales y YouTube; espero que un podcast también
- Desaparecerán la mayoría de los servicios de la web, excepto las asesorías, que bastante gente me ha pedido que mantenga, y así lo haré (por ahora, las reubicaré en el Sobre mí, que pasará a llamarse, Equipo).
- Educación canina, modificación de conducta, excursiones caninas y precios se quitarán de la portada
- Se dará más relevancia a la sección Formación online
- Es probable que se incluya algún cambio para enlazar otros proyectos complementarios que crezcan dentro de Dog Ventura (por ejemplo, el primero: una lista de educadoras caninas respetuosas)