Hay un par de conceptos que no siempre tenemos en mente. Se trata de la paciencia con los perros y de la importancia de una buena comunicación y en cómo estos dos factores afectan a su educación.
- Si alguien le grita a un bebé porque se ha hecho caca, pensaremos que es idiota o que la paternidad/maternidad le tiene de los nervios , ¿verdad?
- Pero ¿cuántas veces reñimos a cachorros —es decir, bebés— por hacerse pis en casa durante los primeros meses de vida?
La clave: un esfuerzo por entendernos
Cuando viajamos al extranjero, o cuando un turista nos pregunta algo por la calle, hacemos un gran esfuerzo para tratar de comunicarnos: gestos, el uso de palabras en su propio idioma, la pronunciación lenta (y, más de uno, a voz en grito, pero con la firme creencia de que, así, le van a entender mejor), etcétera. Con un perro, ese esfuerzo se evapora: ni nos preocupamos por entender lo que el perro quiere decirnos (1), ni tratamos de hablar perro (2), ni nos esforzamos demasiado en enseñar al perro a entender nuestro idioma (3).
Un gran número de problemas humano-animal es que no nos entendemos, y no sabemos cómo establecer vías para entendernos, ¿no te parece? Por eso, cuando reñimos a un perro con un cabreo monumental y el perro bosteza, desvía la mirada y se lame la trufa, creemos, erróneamente, que nos está ignorando, y nos cabreamos más. No percibimos que lo ha entendido y que ya es suficiente, que podemos relajar la actitud e iniciar otra actividad juntos.
- Cabreo monumental, además, ¿eh?
- Eso nos cuesta muy poco con los perros, ¿no te parece?
- ¿No somos un poco demasiado gruñones y gruñonas a veces?
Deja de matar moscas a cañonazos: ten paciencia con los perros
Cada vez más adiestradores y etólogos señalan que, a menudo, es una conducta que pretende matar moscas a cañonazos. La paciencia con los perros sigue brillando por su ausencia.
Pensemos un segundo en esto: ¿tiene el mismo valor el refuerzo (el premio, las felicitaciones) que vamos a darle a nuestro perro cuando venga a la llamada en un parque lleno de olores, mientras juega con otros perros colegas y hay mil estímulos alrededor que cuando lo hace a dos metros nuestro en el comedor de la casa? No, ¿verdad?
Y lo que es más frecuente: ¿es igual de grave que Toby escarbe un hueco en el jardín (conducta natural en un perro, por cierto) a que se cuele en la cocina en tu cara y hurgue en el cubo de basura o salga a la calle hecho un basilisco e intente mordisquearle el lomo a los otros perros? No, no lo es. Cada una de esas conductas tiene una importancia distinta. La cuestión es que mucha gente felicita igual y riñe igual; y cuando riñe, ¡siempre parece que se va a acabar el mundo!
Demos la vuelta a este tema. ¿Qué debe percibir el perro y, sobre todo, cómo nos debe percibir un perro al que nos pasamos el día entero gritando? Imaginemos cómo nos percibiría cualquier niño, o cualquier persona si me apuras, y tendremos una imagen similar. También es fácil de decir, ¿verdad? Cuando tenemos a un perro muy activo o nervioso que se pasa el día saltando, correteando, que no se relaja, que ladra de tanta excitación… Ahí está el problema. ¡Sí, lo sabemos! Pero es que hay dos problemas aquí: el primero, y quizá no te guste leer esto, es que eso perro no está equilibrado: necesita más ejercicio, estimulación, juego, trabajo; el segundo es que, gritando, en el 99 % de las situaciones, solo vas a conseguir reforzar esas conductas en el medio y el largo plazo.
Deja de cabrearte a todas horas con el Toby
Vale. Imaginemos un poco más:
El Toby se pone loco cuando quiere salir a pasear. ¿Le gritamos? No. Porque se va a poner más loco, o va a derivar esa conducta hacia otras conductas que no nos interesan (gritando no vamos a conseguir que se relajen). Nos ponemos delante de la puerta, sin interactuar con él, sin hablar con él, sin hacer nada más que demostrarle lo que queremos. Cuando se siente, pare de dar saltos y se relaje, ponemos la correa y salimos a pasear. ¿Tendremos que repetirlo varias veces? Por supuesto, pero eso también es comunicación y educación canina.
Esa misma actitud relajada la podemos trasladar a las comidas, a las visitas, a los paseos… en definitiva, a nuestra rutina diaria con el perro. Hay escuelas de adiestramiento y educación canina que se basan en ignorar las conductas que no nos gustan, evitar aquellas conductas conflictivas y premiar el resto de conductas que queremos reforzar; en Dog Ventura creemos que el castigo es parte de la educación (y un ¡no! con actitud es más del 90 % de los aversivos que necesitamos), pero también consideramos que se trata de una ínfima porción en comparación a la actitud que transmitir al animal, que siempre debe ser tranquila y equilibrada (y es aquello que da sentido al castigo también, el cual tiene que ser siempre lo menos emocional que uno pueda).
Intentemos adoptar las siguientes pautas:
- Enseñemos, con paciencia, a nuestros perros a hablar persona: si no nos entienden, se van a frustrar; además, la educación y la obediencia genera vínculo.
- Aprendamos a hablar «perro» —en unos días os traemos un artículo con señales de calma o apaciguamiento, por cierto—. Nosotros centramos la comunicación en la palabra; el perro nos dice todo lo que quiere decirnos con su propia gestualidad.
- Reñir y castigar a un perro afecta a nuestro vínculo con el animal, por eso tenemos que esforzarnos en tener un vínculo fuerte entre ambos. ¿O tu dejaste de querer a tus padres porque te reñían y castigaban? No, ¿verdad? Pero tus padres hacían muchas cosas buenas por ti también. No se limitaban a reñirte y castigarte todo el tiempo: porque reñir y castigar no es educar, sino evitar e inhibir conductas peligrosas que nos permitan crear un contexto en el que educar a nuestros colegas peludos.
En definitiva, comunicación, paciencia con los perros y un esfuerzo de adaptación por parte de los dos: el perro siempre se esforzará por entendernos y agradarnos —está en su naturaleza desde hace miles de años—, pero nosotros debemos recordar que no se trata solo de exigir, sino también de dar.