La protección animal todavía no cuenta con un protocolo oficial en España. En este contexto, FAADA ha querido aportar su grano de arena. Tras las inundaciones en Valencia provocadas por la DANA, ha presentado un protocolo de emergencia básico para refugios de animales. Una breve guía que busca ayudar a las protectoras a afrontar una crisis de proporciones similares a la que hemos visto estos días (ojalá no sea necesario).
Sin embargo, aunque las recomendaciones son prácticas y, en muchos casos podrían adaptarse, también deja ver cómo la carencia de recursos y la falta de apoyo oficial (y presupuesto) limitan su implementación efectiva. Aprovecho, por ello, para compartiros el contenido y, a la vez, hacer una lectura de este.
Falta un protocolo de emergencia oficial para refugios
Como recogían desde el portal SrPerro hace unos días, actualmente la Ley de protección de los derechos y el bienestar de los animales establece que los planes de protección civil deben incluir medidas específicas para los animales. En la práctica, esto sigue sin cumplirse y, cuando lo hace, es de forma limitada.
FAADA, apoyándose en el trabajo previo de FdCATS, PACMA y PIREA, propone un enfoque dividido en cinco fases clave: preparación, acción durante la emergencia, evacuación, interacción con equipos de emergencia y post-emergencia. Todo ello, desde una óptica (de nuevo) basada en la organización de particulares y asociaciones, no en un protocolo oficial. (Por descontado, eso no está en sus manos, y también es una petición compartida desde su entidad.)
En qué consiste el protocolo de FAADA
Las fases están claras en su división, pero los puntos que se atienden en cada una se mantienen notablemente generalistas (como veremos a continuación). Asimismo, en algunos casos, se pueden encontrar problemas concretos para su aplicación práctica.
Son los siguientes:
- Prevención y preparación. Se incluyen evaluaciones de riesgo en los edificios, simulacros de evacuación y la creación de registros detallados de los animales, entre otros. Son medidas cruciales para minimizar el impacto durante una emergencia, si bien implementarlas depende, en gran medida, de los recursos disponibles en cada protectora. Muchas de estas organizaciones trabajan en espacios cedidos o precarios, con voluntarios saturados por la rutina diaria, lo que dificulta dedicar tiempo y presupuesto a ejercicios como los simulacros.
- Plan de acción en emergencias. Asignar tareas claras al personal y disponer de contactos de emergencia accesibles puede marcar la diferencia en una situación crítica. Uno de los mayores desafíos es definir puntos de encuentro y garantizar el traslado de los animales a espacios seguros, una tarea complicada para refugios con escasos recursos y, a menudo, ubicaciones inadecuadas.
- Evacuación. En esta fase, el protocolo destaca la importancia de contar con kits de emergencia, jaulas, transportines y vehículos adaptados. Si bien estas recomendaciones son lógicas y necesarias, para muchas entidades sin ánimo de lucro, disponer de vehículos o remolques específicos está fuera de su alcance económico. En cambio, establecer redes de apoyo con clínicas veterinarias, refugios vecinos y hogares de acogida parece un objetivo más viable.
- Colaboración con equipos de emergencia. FAADA enfatiza la importancia de la comunicación con bomberos, protección civil y otros equipos autorizados. Aunque esta interacción parece alcanzable, la efectividad dependerá de una mayor formación y concienciación: denota la necesidad de ampliar este protocolo, punto por punto, que permita formar y exigir recursos a la Administración.
- Post-emergencia. Este último punto aborda la limpieza y la reubicación segura de los animales tras una crisis, tareas que requieren tanto personal capacitado como recursos económicos para evitar que las instalaciones queden inutilizables.
La necesidad de un protocolo
La guía de FAADA es un avance, pero, sobre todo, muestra la carencia de un protocolo oficial, que ya resulta crítica. Las recomendaciones actuales son útiles, pero insuficientes frente a la magnitud de los problemas que enfrentan muchas protectoras. Más aún, frente a un episodio de la categoría de una DANA, como ha ocurrido este noviembre. Por todo ello, es necesario un documento oficial, elaborado por el Gobierno y con el apoyo de organismos especializados, que establezca pautas más detalladas y que, sobre todo, venga acompañado de recursos económicos y logísticos.
Además, este protocolo debería incluir medidas para garantizar espacios adecuados y adaptados para el cuidado animal. Si las colonias de gatos deben adaptarse conforme a la ley, y es potestad del ayuntamiento, lo mismo ocurre con protectoras y centros municipales. Además de poner a disposición los recursos para la formación de voluntarios y la creación de redes de apoyo.
Así, el protocolo de emergencia de de FAADA representa un valioso esfuerzo por mitigar los riesgos, pero pone de manifiesto la desprotección de muchas protectoras y refugios. Un protocolo integral es necesario, y no es una ONG quien debe prepararlo, sino la Administración pública. En España, donde el bienestar animal está más presente en la agenda pública, es momento de que las palabras se traduzcan en acciones concretas y efectivas.