El paseo con tu perro empieza en la puerta de casa

El paseo de tu perro empieza en casa

Uno de los problemas más habituales en la convivencia con perros se da en el paseo: antes, durante y después. Desde conductas reactivas a tirones de correa, y el clásico entre los clásicos: la salida. Todo ello, crea un círculo vicioso de estrés, ansiedad y estados emocionales alterados.

Perros que corren, que ladran, que muerden la correa, que intentan salir disparados hacia la calle. Puede ocurrir también todo lo contrario: perros que rehúyen el arnés o la correa, que parece que juegan para evitarnos…

El paseo con tu perro empieza en casa

Hoy, quiero hablaros sobre la primera opción (la segunda suele estar más relacionada con inseguridades o manipulaciones demasiado “invasivas”).

Para un perro, salir a pasear está asociado con un montón de cosas (ver a personas, a otros perros, percibir miles de olores, sonidos, jugar…) y, por esto, es tan importante valorar si estamos haciendo algo que está incrementando el problema o reduciéndolo.

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No me cansaré de repetirlo. el paseo con tu perro empieza en casa, y eso implica mucho más que un perro salga sin tirar de la correa.

Las claves: activación, motivación, sobreexcitación

Se suele llamar sobreexcitación a la activación excesiva de un perro en una situación determinada. Si tienes interés, tengo un vídeo donde trato este tema (y su relación con la motivación) en YouTube. En otras palabras, es normal que tu perro antes de hacer ejercicio, o algo que le gusta, se motive y active, el problema es cuando esa activación no está adaptada a la situación.

Paseo de tu perro desde casa
Es muy importante que tu perro salga tranquilo y controlado a la calle. De este modo, evitarás que algunas conductas desadaptadas puedan ir aumentando o apareciendo con el tiempo.

Estoy hablando de perros que…

  • No paran de saltar, correr y ladrar cuando coges la correa
  • Empiezan a tirar como locos arrastrándote hacia la calle
  • Se hacen pis, ladran e incluso marcan a los guías

Aquí se da algo muy típico en los perros. Utilizaré un ejemplo que ya vimos con el instinto en este blog. Imagínate un vaso que se va llenando y, cuando va a derramarse el líquido del interior, empiezan a aparecer conductas problemáticas. El perro empieza a ladrar, a saltar, a intentar abrir la puerta…

Esas conductas “ayudan” a gestionar la situación al animal, pero, a la vez, hacen más probable que vuelva a suceder. Además, esa activación provoca que, cuando llegamos a la calle, el perro esté en un estado emocional que hace más probable que siga ladrando, reaccionando, etcétera. Por esta razón se repite una y otra vez “el paseo empieza en casa”, para recordarte que si la cosa empieza mal, es probable que siga mal.

Por descontado, ten presente que esto es una simplificación del problema. En los casos de los que hablamos, entran en juego elementos como la expectativa y la consecuente frustración (si las expectativas no se cumplen), la tolerancia a la frustración, los recursos de los que dispone el perro, la genética y, por descontado, el estado emocional actual, los niveles hormonales basales (medios) y el aprendizaje, y más.

Por lo tanto, tenemos perros que aprenden que, ante esas situaciones, correr, saltar o ladrar hará que salgan más rápido a la calle y, a la vez, alivian una parte de la ansiedad. Pero ¿por qué se da ansiedad? Vamos a desglosar el problema punto por punto y, luego, unimos todas las piezas.

EL paseo con tu perro necesita calma, desde la puerta

Este tipo de problemas parecen complejos porque se están dando dos situaciones en paralelo. Por un lado, sin darnos cuenta, hemos enseñado al perro a que, cuantas más conductas desadaptadas (ladrar, correr, hacer que lo persigas) haga (emita), más rápido saldrá a la calle. Así, es lógico que el perro empiece a hacer distintas cosas para intentar recibir el premio (salir) lo antes posible. Por eso, el paseo con tu perro debe empezar tranquilo y relajado, y establecer unos periodos de actividad y calma muy claros.

Es posible que, en el medio plazo, hayamos tratado de esperar a que se calme antes de salir, pero nos hayamos “rendido” a medio camino. En tal caso, el perro puede haber visto reforzada la intensidad de la conducta incluso. De igual modo, es probable que ese perro no tenga recursos suficientes para probar otras cosas e incremente la conducta (se ponga “intenso”) a unos niveles que no sabemos cómo gestionar bien.

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Para entenderlo mejor, ¿has visto a esos perros que se tumban para poder saludar a otros perros? Pues esa conducta se ha reforzado muchas veces. Así, lo más probable es que la siguiente vez que se crucen con un perro, hagan lo mismo, porque les funciona. Los perros que ladran, corren o saltan delante de la puerta, mantienen el mismo proceso por razones similares (por condicionamiento operante).

Además, se suma un estado emocional alterado (activado) que hace que algunas conductas, como el ladrido o la agitación, sean más probables. De este modo, tanto la parte más “fisiológica” (asociación de estímulos, condicionamiento clásico) como de “aprendizaje” (basado en las consecuencias; operante), hacen que el perro salga nervioso y estresado a la calle y, cuanto más tarde en salir, más se frustre y más ansioso se ponga.

Triggers, detonantes y gestión

A todo lo anterior, se debe añadir que hay una serie de elementos que se han asociado con el paseo: arnés, correa, ponernos las zapatillas, coger las llaves… Habitualmente, solía trabajarse un contracondicionamiento de esos “elementos” o estímulos, pero, en lo personal, veo más interesante crear conductas alternativas para apoyar el proceso (por ejemplo, enseñarle a esperar un segundo en la puerta y, poco a poco, ir aumentando ese tiempo).

Aunque, a menudo, leo sobre trabajos de control del estímulo (mal llamados, trabajos de autocontrol) o de contracondicionamiento, intentar enseñar a un perro a “no reaccionar” ante distintos estímulos (correa, puerta, arnés, llaves…) es mucho más complejo en esta situación de lo que pueda parecer.

El paseo con tu perro “no puede extinguirse”

Si nos ponemos técnicos, es muy chungo llegar a acontigencia, es decir, extinguir/eliminar la relación entre el estímulo y la consecuencia, pues la correa va a seguir significando paseo, por ejemplo. A su vez, basarse solo en que el perro aprenda a “controlarse” puede agregar toneladas de frustración y ansiedad, debido a la expectativa.

Hasta aquí, podemos generalizar; a partir de aquí, ya es más complicado, puesto que deberíamos analizar el estado emocional de ese animal y cuánto ha reforzado las conductas, que tienen como consecuencia salir a la calle.

Esas asociaciones están ahí por algo

Por descontado, hay algunas asociaciones/relaciones de elementos que es fácil romper hasta cierto punto (por ejemplo, el arnés o la correa que podemos ponerles en otros momentos del día o dejárselo puesto), pero otras que son imposibles de extinguir: las llaves, la puerta, las escaleras… Sin olvidar que el perro puede seguir discriminando y confirmando cuándo están presentes varios: si no trabajamos la raíz del problema, hacer una lectura simple no solucionará nada.

En la mayoría de los casos, es suficiente con enseñar una pauta sencilla al perro: si paras quieto, salimos y, poco a poco, ir aumentando la exigencia de esa conducta: espérate un segundo, espérate cinco, siéntate antes de salir, etcétera.

Si a tu perro le cuesta mantenerse quieto, dejar de ladrar o no deambular, puede ser que el nivel de excitación sea muy alto y, en este caso, vale la pena buscar ayuda profesional que entienda cómo se ha reforzado la conducta, qué función tiene o si hay otros aspectos que estén afectando a la situación.

Como consejo final, calma y tranquilidad. No podemos pedir calma a un perro si nosotros estamos nerviosos: el contagio de las emociones es una realidad en la convivencia humano-animal, así que proyecta lo que quieres. Aunque, a veces, con un perro ladrando en la puerta, pueda costar un poco más.

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