El otro día volvían a preguntarme una de esas dudas recurrentes: «Hemos adoptado, pero quiero cambiar el nombre al perro.» Aquí todavía hay mucho falso mito alrededor. Por mi parte, nunca ha habido ningún problema: lo importante, una buena familia y dedicación.
La buena noticia: la realidad es que un perro se adapta rápido a un cambio de nombre, a cualquier edad, pero vale la pena tener en cuenta algunos puntos. El primero: qué entiende por «nombre».
Tu perro no sabe que se llama Pepe
Cuando asociamos un «nombre» a un perro, en realidad, estamos asociando atención o la llegada de algún tipo de reforzador/premio. Dana, Ares, Katy… se asocian rápidamente con un «voy a prestarte atención» y, probablemente, también con otras asociaciones positivas, como ofrecer comida, juego o pedir algo y recompensarle.
Los perros entienden el lenguaje y asocian palabras específicas con acciones y consecuencias. Es la magia del condicionamiento clásico y operante.
Como explican desde la AKC norteamericana:
Los perros aprenden a través de asociaciones. Cuando una palabra específica suele ir seguida de la misma conducta, especialmente si se trata de una conducta que le gusta a tu perro, aprende a asociar esa palabra con la conducta. Por eso, tu perro puede animarse con la palabra «paseo» o «premio».
[…]Cuando llamas a tu perro por uno de sus apodos, es probable que lo hagas en un contexto positivo al que le siga un gesto de afecto, como acariciarlo. Esto ayuda a generar asociaciones positivas con los apodos de tu perro […].
Dicho de otro modo, tu perro asocia su nombre a «me dicen que vaya», «tengo que estar atento» y a otros aspectos positivos. Como explicaba en Coco y Maya, no tenemos claro que los perros cuenten con otros niveles de pensamiento (donde hablaba también de los entornos ruidosos y el efecto «fiesta de cóctel»).
Puedes enseñárselo con un par de trucos
Y los trucos son básicos, basiquísimos.
El primero es empezar a utilizar el nombre que queramos escoger y no utilizar otros. Es posible que, de forma natural, podamos ir agregando apodos. Esto es algo que surge en la propia rutina también, pero intentemos ser coherentes.
En paralelo, segundo truco, puedes empezar a enseñar algunas habilidades básicas, como el sentado, la llamada o el quieto. Cuando el perro empiece a entender las bases, introduce su nombre en el comando al principio. Por ejemplo, «Pepe, sienta» o «Pepe, aquí».
Si somos coherentes y estructurados, rebautizar a un perro es de lo más sencillo que hay.
Por lo tanto, solo con empezar a utilizar un nuevo nombre y ser coherentes, el perro o la perra entenderá que estamos hablando de él o ella, y queremos conseguir algo.
Algunos consejos extra para cambiar el nombre a tu perro
Nombres cortos, mejor que largos. Max, Pepe o Thor, mejor que Scoby-doo o Margarita.
Intentaría siempre que mi perro tenga un nombre de dos sílabas, corto, y si se lo cambias, y puedes, busca nombres parecidos al que tenía: de «Pepe» a «Pipo», de «Duna» a «Dana».
Además, evita siempre utilizar el nombre de tu perro si le riñes (tenía un vecino fantástico que antes de una regañina, a su perra «Lola» la llamaba «Dolores», y me parecía BRU-TAL).
Y eso es todo, en realidad. Tu perro seguirá creyendo que «Argos» o «Ares» significa atención, o comida, o caricias… Tú puedes pensar que es su nombre, y también está bien. Quizá lo es, y ellos lo saben, y todavía no lo hemos descubierto, pero, si no es así, tampoco pasa nada. ¡Ojalá estos consejos te sean útiles!